Alvin "Youngblood" Hart: El nuevo country blues con raíz

En Carroll County se respira un extraño aire a pasado. Todo parece evolucionar lentamente, incluso todo parece du­rar eternamente. Al tío Henry Elam le preguntan por Charley Patton y, mientras limpia su pipa con infinita tranquilidad, recuerda como si fuera ayer lo sucedido hace 50 años. «Sí, era uno de mis favoritos. Solía ira verle tocar en los ´house parties' camino abajo, lo vi cerca de 13 veces».
En Carroll County ya no se escucha más música, aun­que el blues flota en el ambiente donde siempre existió: en la casa de madera de tía Helen, en la tierra pantanosa del Mississippi, en la noche estrellada que ilumina la puerta del cemen­terio. Las palabras de Hart recuerdan aquella infancia. «En Carroll County, en los 60, todavía se vivía en el siglo XIX. Mi abuelo sigue aún vivo. Tiene más de 100 años, ¿sabes? Mi abuela no tuvo agua
corriente hasta después de haber cumpli­do los 70. Recuerdo que siempre guardaba una gran palanga­na de agua en el horno, para los baños».


En Carroll County todavía se siente la tierra como par­te de uno. El alimento es la tierra. El trabajo es la tierra. La cultura es la tierra. El blues nació también del trabajo en las plantaciones. El blues como extensión del sudor de la frente. «Toda mi vida he estado regresando, una y otna vez, al Mississippi, física y mentalmente. Si hubiera tenido una opción de elegir cuál es mi lugar, éste sería Mississippi. Conecto con Carroll County, lugar inmortalizado a finales de los años 20 en una canción de Willie T. Narmour, 'Carroll County blues'. Cuando yo era pequeño no podíamos permanecer allí, debido al trabajo de mi padre. Mis padres dejaron aquel lugar antes de que naciera. Pero hemos regresado allí todas las veces que hemos podido. Todas las que nos podíamos permitir. Comencé a ir a Carroll cuando era pequeño, en los 60. No recuerdo ver a nadie tocando música, aunque no tenía por qué escucharla. Simplemente con ver el lugar. Si pudieras haberlo visto...».
En Carroll County permanecen vivos los espíritus de Leadbelly, Blind Lemon Jefferson o Charley Patton. Están en las reuniones familiares, en los festivales de agricultura, en las comidas junto al fuego de la noche oscura. En cada uno de sus habitantes. «¿Sabes?, musicalmente he sido influido por los discos de los bluesmen más duros. Pero, estando allí, en Mississippi, las influencias permanecen en el entorno. Esta­ban en la gente, en mis tíos y abuelos. Allí es donde la música continúa. Estaba en la casa de la abuela. Se podía sentir lo que el blues era, aunque no se escuchase. Sí, se podía escu­char en el aire. No soy romántico, pero reconozco que toda mi inspiración ha nacido de mi familia en Carroll County. De conocer la forma de vida de los pueblos. Me da pena pensar que mucha gente no tenga su propia tierra. Allí, ellos tienen la vida, tienen el lugar. Mucha gente de Mississippi se trasladó a Oakland en los 40. Casi todos eran granjeros. Pero esto no fue bueno paro ellos. Perdieron algo suyo con el viaje. Vinie­ron de una sociedad agrícola a una ciudad extraña. Fíjate en la gente de la ciudad. Han perdido su identidad. Si ahora tu­vieran que regresar al pueblo ya no sabrían qué hacer. Han perdido mucho desde que vinieron aquí»
En Carrol County permanecen las palabras “segregación racial” latentes en lo
s rostros impertérritos. Las impasibles miradas se clavan en los hombres blancos que viajan al sur como centro turístico. «Deberías haber conocido esto an­tes de tanta propaganda. Antes de que el Sur se hubiera con­vertido en una atracción turística. Definitivamente, antes no era una atracción turística. Yo estaba encantado de Mississippi, y le pedí a mi madre que me dejase vivir con mi abuela. Por entonces no entendía el problema, pero mi madre no me permitía ir al colegio de abajo. Ahora sé que el racismo se mantiene vivo allí. Por ejemplo, en Natchez desapareció legalmente en 1970, pero en los colegios no desapareció hasta 1989, y fue porque no había suficiente dinero como para man­tener dos al mismo tiempo».
Gregory E. Hart no nació en Carroll County sino en Oakland, California, en 1963. De su familia materna mantie­ne los recuerdos de la granja de su abuela, construcción entera de madera que puede apreciarse en una de las fotos interiores de su disco «Big Mama's Door». Las otras fotos muestran a un Hart de ocho años disfrutando de un ambiente rural, rodeado de ganado o montando a caballo. Fueron aquellos años los que sedimentaron su afición a la tierra, más que a la música. El blues fue el nexo de unión con el campo. Algo que allí tiene que nacer desinteresadamente pero que en la ciudad resulta extraño, por no decir inapropiado. Años después, transcurrida la inocencia de la infancia, Alvin volvería a Mississippi, a Natchez, trabajando para la Guardia Costera. Tenía que reco­rrer el río en aquella zona, despejando las partes que pudieran quedar inaccesibles para la navegación. Natchez estaba a sólo tres horas de coche de casa de tía Helen, la persona que había suplantado a su abuela cuando murió. Era un trabajo durísimo: «Más duro que el de los reclusos de la prisión de Angola». Pero Alvin estaba feliz en aquel lugar, en aquella atmósfera.
En la ciudad había dejado la música, y en Natchez re­cuperó la afición. Durante tres años y medio volvió a tocar la guitarra. Se trasladaba a locales donde le permitían practicar de noche. «No encontré mucha gente tocando blues en aque­llos locales. Así que yo fui allí e hice eso». Las siguientes palabras de Alvin Youngblood Hart son un ejemplo de amor a su tierra: «Muchia gente me cuenta cosa
s sobre sus giras por el mundo. Me cuentan lo impórtame que es tocar en Europa. Nunca he estado allí y no tengo ningún deseo de ir. Si te digo la verdad, cuando tenga dinero regresaré a Mississippi».
El padre de Alvin Youngblood Hart trabajaba para Ge­neral Electric y ello le obligaba a desplazarse por los distintos Estados durante largos periodos de tiempo. Este hecho supuso una ruptura con el entorno natural del pequeño Alvin. Salvo las estancias cortas en Carroll County, la mayor parte de su infancia la pasó en Oakland. Las horas frente al televisor o visitando a la familia paterna. «Cuando era pequeño, solía visitar a mi familia en Oakland. Aguantaba con ellos todo el día. A quien más quería era a mi abuela. Solía visitarla y ella tocaba el piano para mí. En la familia de mi padre todos toca­ban el piano. Pero quienes sobresalían eran mi abuela y mi tío abuelo. Ellos venían del Delta del Mississippi. Era una familia de granjeros».
Su apodo Alvin lo tomó del armonicista del grupo The Chipmunks. Tuvo la música presente todo el tiempo: un ukelele de Bugs Bunny fue su primer instrumento, la fotogra­fía de Son House que guardaba su padre, los discos de B.B. King y Jimmy Reed de su madre, o el soul del crooner Jimmy Witherspoon. «Crecí queriendo tocar la guitarra. Los Beatles llegaron el año en que nací. Los programas de TV solían tener un buen tema de guitarra. La música surf estaba a mi alrede­dor y todo mi vecindario amaba a B.B. King. Recuerdo que una vez, viendo el programa Hee Haw estaba Roy Clark tocando la guitarra con un cuello de botella Intenté repetir eso. Fue mi primera experiencia slide. Recuerdo también a mi tío Reubin Perry tocando country blues con la guitarra o el piano. Era realmente bueno. O así es como quiero recordar­lo». A los 14 años se convirtió en un guitarrista tan bueno como lo es ahora. « Y así me he mantenido 17 años más».
En su adolescencia tuvo que soportar infinidad de tras­lados. El instituto lo inició en L.A., para continuarlo en Ohio y posteriormente en Illinois. Fue una mala experiencia para un joven como él, que le obligaba a pasar muchas horas en su habitación tocando la guitarra. «Me trasladaba a lugares don­de no conocía a nadie. Solía sentarme en mi habitación, ponía las grabaciones de mi padre e intentaba tocarlo con mi guita­rra. En todos los lugares donde vivía intentaba conocer chi­cos en el colegio que tocasen música. Pero si encontraba a alguien, la música que les gustaba era Hendrix o los Stones. En mi casa, yo sólo enfocaba mi música al country blues».
Consiguió graduarse en un instituto de Chicago, situa­do cerca de su barrio, Shaumburg. Es en esta ciudad donde comenzó sus verdaderos contactos con el blues, en una calle donde el R&B y el Delta acústico se respira por sus cuatro costados: Maxwell Street. Fue aquí donde Alvin heredó su apodo de “Youngblood”. «La primera vez que bajé allí fue como un misterio maravilloso. Fue un domingo cuando mis padres decidieron ir a ver a mi tío Williams, que era hermano de mi abuela por par­te de mi padre. Me obligaron a ir y, aun­que en un principio me negué, tuve que ceder y finalmente salir de casa con ellos. Fue una sorpresa mi tío Williams. Cuando me vio, decidió que bajaría con él a recorrer Maxwell Street. Fuimos en su coche, y era todo como un embrujo maravilloso, porque allí vi que tenía una cinta de Albert King. Después empeza­mos a recorrer Maxwell Street andan­do. Vimos la primera banda tocando en la calle. Mi tío tomó entonces su carte­ra y sacó un fajo de billetes y fue y tiró uno de cinco a la caja. Me miró y me dijo: “¿Sabes?, vamos a mantener todo esto vivo”. Después de esta experiencia, me estuve moviendo por mi cuenta, y aguantando, y echando a cada banda cinco dólares en sus cajas. Ellos me permitían sentarme. Siempre era así, había que darles algo de dinero, o com­prarles alguna bebida, o cosas así. Al final todos esos viejos muchachos que rondaban Maxwell Street, me decían Youngblood, ¿por qué no me acercas una bebida?', y yo les tendía el frasco de alcohol».
Tras su experiencia en la ciudad de Chicago, se movió por el estado Illinois y por último California. Con sus estudios terminados, su idea era debu­tar en el terreno del blues. Alvin Hart tenía ya 20 años y estaba impaciente por salir a flote. El problema se encontraba en el entorno. Youngblood era hombre de campo. Un hombre del Mississippi. «La mayor parte de las bandas de la calle tocaban esas cosas que estaban de moda, aunque había algo real en la parte swing. Me di cuenta de que no tenía ningún punto en común con ellos, y ellos tampoco tenían ninguna ninguna conexión con la música que yo hacía. A pesar de eso solía ir por las calles y sentarme frente a ellos y escucharlos. Pero nunca encontré nada diferente de lo que podía obtener de una banda cualquiera. Al final me harté de todo esto. Fue alrededor de 1984 cuando decidí dedicarme a la música acústica por entero. Vendí todas mis guitarras eléctricas. Después estudie todo lo que pude sobre bandas acústicas, instrumentos y todo ese material.. Si antes mis límites se encontraban en Son House, Charley Patton o Robert Johnson, ahora empezaba a descubrir otra música más misteriosa. Y me refiero a Mississippi Sheiks y gente como esa».
California terminó por desencantar a Hart. Un espacio donde el sonido acústico no tenía lugar. Abandono practicamente la guitarra. La ciudad se transformó en un infierno pata él. «Fue trabajando en una fábrica de muebles en California cuando decidí dar un giro a mi vida. No quería seguir viviendo en la ciudad. Quería trasladarme a un lugar cercano a los parientes del Mississippi». Desde allí se trasladó a Natchez durante tres años y medió. Un trabajo duro pero situado en la tierra que realmente amaba. Nuevamente la guitarra acústica volvió a sus manos.
Durante el invierno 89-90 asistió a un curso de electrónica en Nueva York y de allí se trasladó a una emisora de radio en Main Country, California. Sus fluctuaciones laborales les le llevaron a una tienda de guitarras antiguas llamada Subway Guitars, en Berkeley. Allí conoció a compañeros del mundo del blues como Joe Louis Walker, quien le invitó a abrir alguno de sus conciertos. También conoció a Heidi, una guitarrista gitana de Suiza que terminará siendo su esposa. Otra de las personas que pasaron por la tienda fue Carey Williams, road manager de Taj Mahal. Tras escucharle tocar la guitarra, le ofreció debutar en el mundo discográfico junto a él. Transcurrió año y medio hasta esa oportunidad. En medio, trabajos duros, esta vez como cortador de árboles y trabajando en un almacén. Entonces surgió «Big Mama's Door».
El debut de Alvin tuvo lugar gracias a su contacto pre­vio con Corey Williams. La oportunidad se la dio él en Oakland, en febrero de 1995, al convertirle en telonero del mismísimo Taj Mahal en un festival de cuatro noches en Yoshi. Y no des­perdició la ocasión, logrando un éxito de crítica y público que resultó el primer trampolín para la confección de su primer disco. Días después de su debut, el manager de Taj Mahal volvió a contar con él. Esta vez le invitó al estudio de Bob Weir para realizar una jam session con Taj, Weir, Keb'Mo´ y el saxofonista David Murray. Todos ellos estaban trabajando para una obra musical escrita por el propio Williams y Michael Nash. Tras la jam, Williams y Nash ofrecieron a Hart llegar a un acuerdo para el nacimiento de su primer disco. Alvin grabó una demo con sus temas más habituales, convirtiéndose estos en el borrador de su primer disco, una vez que los productores Williams y Nash firmasen el contrato con el sello Okeh.
Hart siguió corlando árboles hasta que su trabajo vio la luz. El compacto fue producido en San Francisco, grabado en dos pistas y con la colaboración, en tres ocasiones, del pro­pio Taj. «Desde que salió el disco he recorrido USA tres veces. He tocado en el reputado Merle Walson Memorial Festival en Carolina del Norte. En uno de mis tours coincidí con Buddy Guy y toqué con él en cinco ocasiones en la Costa Este. Des­pués regresé a California y continué haciendo giras locales».
En el disco, Alvin usa tres de su colección de 55 guita­rras: una Stella de mitad de los años 30, una Harmony de doce cuerdas de los 60, y una National de acero de reciente cosecha. «Big Mama's Door» es un disco puramente country, que reco­rre con el mismo desparpajo que Leadbelly el panorama del blues rural de Estados Unidos. El sonido Delta del Mississippi queda fuertemente representado en sus temas «Big mama's door» y «Joe Friday», blues monocordes de ritmo sostenido, con voz sin complejos y fuerza en los acordes de la guitarra.
El country & western en «France blues» y «When I was a cowboy», el primero soportado por la mandolina y el acompañamiento vocal de Taj Majal. Blues con toques ragtime de Texas en «Things 'bout comin' my way», también con un emocionante juego de voces entre Taj y Hart. El Piedmont blues de Blind Willie McTell en «Hillbilly Willie's blues», con un imparable Alvin Hart al banjo.
Esperemos que su trabajo tome el buen camino emprendido por Corey Harris en sus comienzos. Es decir, fiel a su sonido acústico, al country blues en toda su pureza. A su tierra del Sur. A Carroll County y sus espíritus. Para permanecer con ellos, en su música imperece­dera.
(B.R.-L.B)

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